El 16 de marzo del pasado año, 2020, nos enfrentamos por primera vez a la docencia online, y fue difícil tanto para los alumnos como para los profesores. Fue difícil porque no sabíamos que iba a pasar, pero nos acabamos acostumbrando (cada uno de una manera y en una medida, pero lo superamos) y de nuestra experiencia he podido darme cuenta de las ventajas y también desventajas de cada una de las modalidades.
Por una parte, cuando asistimos presencialmente a clase, en muchos casos tenemos la sensación de pérdida de tiempo (porque la clase no te gusta, no te es productiva, no aprendes nada nuevo…) y no puedes sacar otro libro para hacer unas tareas que tienes atrasadas ni ponerte a hacer otra cosa, pues supone faltarle el respeto al docente, que está en el mismo sitio que tú; lo único que puedes hacer es mirar hacia el frente y fingir que atiendes. Por otra parte, cuando tomamos la clase desde casa, podemos elegir aprovechar la clase para esa asignatura o para otra cosa, el profesor no puede pasar por tu lado y no puede saber lo que estás haciendo, y puedes, por tanto, aprovechar ese tiempo que en la presencial estarías perdiendo (o eso crees).
Cuando estamos en clase, es más fácil prestar atención, pues estás en un sitio que “te presiona” para estar alerta; en las clases online, no siempre ocurre esto, pues, sí, puedes tener un lugar adecuado para tomarlas, de manera que no te sea difícil atender, pero también puede ocurrir lo que a muchos les ocurrió en marzo, que no tenían un ambiente adecuado, y, por tanto, les resultaba muy difícil.
En el instituto solo obtienes información dada por los profesores y de la forma que ellos la interpretan. Si quieres complementarla, necesariamente tiene que ser por la tarde en tu casa, en clase no tienes los medios necesarios para hacerlo. Si tomas las clases online, normalmente, significa que tienes los medios necesarios para tenerlas, y, por tanto, que puedes contrastar y afianzar esta información a la vez que la adquieres, de forma que el aprendizaje se lleve a cabo de una manera más eficaz (menos aburrida) y mucho más crítica.
Por otra parte, presencialmente, se tienen los medios para dar la clase de forma normal y correcta; de forma online, en muchos casos, no se tienen los medios para dar la clase desde casa (faltan pizarras, cámaras adecuadas…) y, en ocasiones, para tomarlas (falta de acceso de internet, falta de ordenador con cámara, falta de un buen ambiente…)
Finalmente, tengo que decir que hay muchos profesores, y seguro que has tenido alguno, se dedican a leer el libro o las diapositivas, cosa que puedo hacer yo solo/a en mi casa, ¿no crees?
Tras ver esto, podemos deducir que en los tiempos en los que vivimos, sobre todo, aunque se puede llevar a cabo en condiciones normales, que una de las mejores opciones es la semipresencialidad, solo acudir a clases como matemáticas, química, física, biología…, y asistir de manera online a otras, como psicología, pues sería más productivo y son clases necesarias, sí, pero desde casa podemos afianzar más esos conocimientos.
Con la modalidad semipresencial vamos a trabajar de la misma manera y la misma cantidad, repito, haríamos lo mismo, sin embargo, tendríamos más tiempo, podríamos disfrutar más, porque, ahora, escuchamos cada día: “Bachillerato está para disfrutarlo, todo es estudiar”, pero yo me pregunto: ¿qué tiempo queda para disfrutar?, ¿qué tenemos que sacrificar para conseguirlo? Ahora puedo responder a esta pregunta con confianza: la presencialidad cuando no resulta productiva.
Autora: Gema Romero Obejo, 2º bachillerato C